El Practicante: el caramelo del terror

El Practicante

Miedo, lo que se dice miedo, era que aquel señor de la bata blanca soltara otra vez su palabra favorita: IN-YEC-CIO-NES. Sabías que por la tarde volvías a visitar a tu mayor pesadilla: El Practicante.

Te atendía en su propia casa, en la que ningún humano sería capaz de resistir respirando ese olor a alcohol, y desde que te ibas acercando al portal ya oías los gritos de los niños, mientras tú tratabas de convencer a tu madre de que ya te encontrabas mucho mejor y te jurabas a ti mismo que nunca más en la vida volverías a decir que te dolía algo.

Pero no hay marcha atrás, aquel monstruo sudoroso ya ha empezado su ritual, el de pasarte aquella enorme jeringuilla por delante de los ojos, el frio intenso de aquel algodón, el cachete y la risotada cuando te soltaba “Ya está, hay que ser más valiente” que significaba que todo había terminado. Bueno, todo no, faltaba aquella bolita de anís que te daba que, sinceramente, se la podía meter por el mismo sitio por donde te acaba de poner aquella maldita inyección.

Ahora estoy convencido de que el verdadero problema era su nombre, ¿acaso tú no preferirías que te pinchara El Experto? Para practicar mucho mejor un muñeco de trapo, ¿no?


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Comentarios (116)

  • Laura Reply

    Jajajajajajjaa, totalmente de acuerdo. Yo vivo en un pueblo y cada vez que me cruzaba con el practicante, me agarraba muy fuerte a la mano de mi madre. Le tenía asco-miedo-odio.

    2 agosto, 2012 at 15:35
    • juanjo Reply

      Te pusieron muchas inyecciones. Besos

      24 septiembre, 2012 at 15:14
    • Jose Reply

      Peor en un pueblo que en madrid

      24 marzo, 2018 at 03:38
  • Ana Vidal Reply

    A mí cuando me llevaban al practicante siempre me compraban uno de esos cuentos pequeñitos.
    Tendré que buscar una foto. Tenía un montón!

    2 agosto, 2012 at 15:36
    • Jose Reply

      Las inyeciones si que dolian yo creci en Paris y me las daban en el hospital

      24 marzo, 2018 at 03:40
  • Raquel Pitti Reply

    Yo no tenía escapatoria porque la mayoría de las veces “El Practicante” venía a pincharme a casa, aunque lo que sí que recuerdo era la consulta que tenía en la Casa de Socorro (que vaya nombrecito, me imaginaba millones de niños pidiendo auxilio cada vez que veían al señor de la bata): azulejos modelo patio andaluz de mitad de la pared para abajo y hacia arriba azulejos blancos, un taburete de metal, de esos con tres patitas, la camilla, el armarito con los utensilios de tortura y, eso sí, el sempiterno olor a alcohol… Ufff me estoy poniendo mala!

    2 agosto, 2012 at 16:18
  • Ingrid Reply

    ¡Cuántas inyecciones me pusieron de pequeña! cada vez que pillaba un resfriado inyección y encima como soy alérgica a unos componentes me las ponían de penicilina. Todavía recuerdo a la practicante, que trabajaba en una panadería y te las ponía en la trastienda.

    2 agosto, 2012 at 16:20
    • juanjo Reply

      Asi que te pusieron muchas inyecciones. Las de penicilina duelen un monton. espero me contestes besos

      24 septiembre, 2012 at 15:18
      • Anónimo Reply

        Xq quieres saber cuantas inyecciones recibi

        25 febrero, 2014 at 17:25
  • Marcos Fernández-Gavilanes Violade Reply

    Muy buenas a todos, yo de pequeño tuve una alergia muy rara que casi la palmo, bueno pues me tuvieron que pinchar setecientas mil inyecciones de penicilina. Todavía me acuerdo de como se ponía dura en el culo al cristalizarse. El practicante que venía a casa era alto y con bigote, yo me escondía por todos los rincones, debajo de las camas, mesas de camilla, armarios etc…, pero casi siempre me encontraban. Cuando olía a alcohol quemado chungo, venia con su cajita metálica dentro la inyección y sus agujas, eso si eran agujas y no las de ahora, “no eran largas ni na”, mi padre se sentaba encima mía se ponía a cantarme no se que y toma del frasco inyección diaria de penicilina, ¡ah y decían!, no pongas el culo duro que duele más jajaja…………

    2 agosto, 2012 at 16:41
  • Jesús Antúnez Reply

    Yo tengo un gran recuerdo del practicante de mi barrio de San Andrés, una cicatriz de un punto que me dio tras caerme de mi G.A.C.

    2 agosto, 2012 at 16:43
  • Maite Reply

    Yo recuerdo lo de poner el culo duro, pero tanto, tanto, que la aguja rebotaba. Y hasta le hacía gracia al practicante, que le decía a mi madre: mira, mira cómo rebota…

    2 agosto, 2012 at 16:45
    • maria Reply

      No que miedo yo recuerdo cuando fui al hospital me pusieron 4 desde ese dia nunca mas pise un hospital ni deje que me pincharan, si me duele algo me la aguanto, xq 4? Xq en 2 oportunidades x el miedo puse la nalga dura ya me dolio intentaron del otro lado y no hubo suerte despues del tercer intento logro al fin pincharme y me digo que te castigo me iba a pinchar del otro lado. Cuando vi q estaba preparando la jeringa me sente rapido yo pense q era un chiste cuando le dije chau me dice a donde vas yo le digo a mi casa y me dice todavia queda una cuanto estoy x salir entra una enfermera y ahi logre escaparme nunca mas pienso volver.

      5 noviembre, 2012 at 10:46
  • Paloma Reply

    Madre mía!!! Q recuerdos!!! A mi el practicante q me pinchaba, xq no recuerdo q hiciera nada más, me hizo mi primer “pircing” a “escondidas” d mis padres… Entonces denominado el agujero de arriba en la oreja!!! Jajajaja

    2 agosto, 2012 at 16:47
  • Laura Reply

    Podriais haber omitido este recuerdo……madre mia que mal lo pasaba!!! no podía ni pasar por su calle…creo que tengo pánico a las agujas por su culpa….

    2 agosto, 2012 at 17:06
  • noriego Reply

    Yo recuerdo uno que habia en Vallecas, que cada vez que mimadre me llevaba , me daba una piruleta y aquellas malditas inyecciones que curaban todo y dolian como ellas solas

    2 agosto, 2012 at 17:53
  • Mamen Reply

    Mi abuelo era el que me pinchaba de pequeña. Pero no recuerdo que me diera una piruleta para consolarme después del pinchazo! :( El caso es que cuando le veía con esa inyección y aguja enorme! me ponía a llorar. Mi abuelo me decía, es por tu bien! (Sí, si, claro, pero el pinchazo y el dolor nadie me lo quitaba) ¡Snfi!

    2 agosto, 2012 at 18:01
  • Marieta Reply

    Mi practicante se negó a venir a casa a pincharme “gracias” a una patada en los cataplines que le dí… se le quitaron las ganas. Tendría unos 2 o 3 años. jajajaja

    2 agosto, 2012 at 18:28
    • manuel Reply

      JAJAJAJAJAJA

      12 junio, 2014 at 10:50
    • carlos martinez Reply

      eres la mas valiente yo nunca he ido pero si voy le digo que llamo a mi novia o Carmen mi pareja del baile y le arrean una leche que lo dejan bailando la mayonesa

      26 julio, 2017 at 11:04
  • Anónimo Reply

    Jo, yo recuerdo al practicante del pueblo de mi madre! se llamaba “Juanito el practicante”…jamás supe su apellido ;o) tres golpes en el culo y pinchazo!

    2 agosto, 2012 at 18:43
  • espimer Reply

    Yo todavía tengo un recuerdo de bien pequeñita (2 o 3 años), de ir al practicante, cogerme mi madre y ponerme boca abajo en sus rodillas, y esa aguja en mi culo y el posterior dolor de todo el cuerpo (hasta las cejas yo creo que me dolían), era horroroso, tengo 35 años y parece que fue ayer.
    Yo también fui a una casa de socorro (era un poco trasto) en Carabanchel, me clavé el palo de la rueda esta de colores con la pelotita dentro, en el cielo de la boca jugando con mi hermano, y para allá que me llevaron, pero no tengo el recuerdo de lo que me hicieron así que pincharme seguro que no me pincharon, jeje.

    2 agosto, 2012 at 19:37
  • Mila Reply

    Yo cada vez que tenía anginas, catarro, dolor de oídos, etc, inyección al canto. El practicaante del pueblo se llamaba Don Ciupriano, y mira que le cogí miedo al nombre. Él trataba de ser amable, pero te daba los dos cachetes y te hincaba la aguja hasta la empuñadura. Alguna vez me puse muy dura y le rompí la aguja una vez clavada. Para mí, los supositorios eran una alternativa muuuuy light!

    2 agosto, 2012 at 20:39
  • mpa Reply

    YO SOY HIJA DE PRÁCTICANTE….imaginar, en mi casa no entraba jarabe ni pastilla alguna.
    Yo ponía el culo duro y la aguja rebotaba, con el agravante de que era tu padre.

    2 agosto, 2012 at 21:39
  • Mercedes Reply

    Jajajajaja. Que bueno. Uuufff, que miedo, la palabra practicante….ya sabias lo que te tocaba. Yo oigo esa palabra y la asigno a ¡inyección! Jejeje. Nosotros ahora los llamamos medicos, pero por ejemplo mis abuelos (Yo tengo 32 años) siguen diciendo practicante. Jajaja. Ahora me hace gracia

    2 agosto, 2012 at 22:08
  • Sylvia Reply

    Yo recuerdo cada vez que iba al medico y me recetaba la inyección, yo siempre pedía jarabe o pastillas, pero no siempre inyecciones. Me llevaba mi abuelita y según salíamos de casa ya iba llorando, mi abuela siempre me decía si hoy no lloras cuando salgamos te compro un regalo, siempre lloraba pero la pobre siempre me compraba un regalo. Abuelita siempre estarás presente Te Quiero

    2 agosto, 2012 at 22:15
  • Mar Reply

    Pues ahora lo de “autorizado para la asistencia a partos” me da mucho miedo también… En “yo fuí a EGB” sois todo hombres, no? Se echa en falta un punto de vista femenino…
    Saludos!!

    2 agosto, 2012 at 22:20
  • silvis Reply

    Soy alergica y me ponia las vacunas doña magdalena.eso era mas bruto k un arao.vuvia en el edificio de enfrente asi k m la topaba unas cuantas veces.la odiaba a la pobre.edo si cuando pinchaba en el culo.m chillaba no sprietes el culo k no t puedo pinchar.asi k cuando lo lograba ,metia ese liquido rapido y como dolia y escocia dios.en fin hoy en dia ya no se ponen tantas.mejor

    3 agosto, 2012 at 00:55
  • laura Reply

    Yo no sé las inyecciones que llegarían a ponerme y la de veces que al sonar el timbre me escondía bajo la cama y me agarraba a las patas para que no tiraran de mi…El problema es que el practicante vivía en los bajos de mi edificio y no podeis imaginar lo que era cruzarte con el en el descansillo…PA NI CO!! las jeringuillas (no se porque las llamaban así porque eran jeringazas) eran de cristal, la aguja enorme y gruesa se enroscaba, el sonido de los dedos en el cristal…clic clic, dos cachetes, alcohol y banderillazo! Yo chillaba como una energúmena, además ese torturador tardaba siglos en introducir ese líquido maligno, yo creo que se recreaba… El resto del dia me dolía tanto el culo que me sentaba con un cojín debajo! Mi padre decía que exageraba, hasta q un dia tuvo q ponerse él una y cuando regresó le dijo a mi madre q no me ponía ninguna más ese tipo…AJÁ!!

    3 agosto, 2012 at 03:48
  • Ana R Reply

    Entiendo vuestro terror, pero hay cosas que no cambian por muchos años que pasan. ¿Quién me iba a decir a mi, que llegaria un dia en el que yo misma me identificaria como “la practicanta”, para que mis pacientes me abran la puerta?….

    3 agosto, 2012 at 08:02
  • monica Reply

    Mi practicante se llamaba Pedrito, que yo creo que lo ponian en diminutivo para dar confianza, pero ese olor a alcohol se me ha quedado grabado a fuego, de hecho, con 34 años que tengo, tengo pánico a las agujas, y es oler alcohol y me empiezo a marear, asi que GRACIAS PEDRITO por este trauma

    3 agosto, 2012 at 08:05
  • Rosa Reply

    Yo intenté huir, me cazó mi madre llamando al ascensor (era un ambulatorio con varias plantas).

    3 agosto, 2012 at 09:29
  • Victor Reply

    Enormes!! A ver si seguís con este proyecto.. que en Facebook siempre me sacabais con una sonrisa…

    Un saludo!!

    3 agosto, 2012 at 13:56
  • Zoraida Reply

    Yo recuerdo hasta la casa del practicante donde me llevaba mi madre cada vez que paso por su calle. Que horror!!
    Yo era tan inocente que me decía que me ponía la inyección sin aguja y me lo creía jajajajajajajajaja.

    3 agosto, 2012 at 14:07
    • maribeco Reply

      eso de que te las ponían sin aguja también a mi me engañaban, yo llorando como una loca y el tio me enseñaba la jeringuilla y me decía: “mira que no tiene aguja” y yo siempre caía, que inocente.

      19 diciembre, 2012 at 10:44
  • lorena Reply

    Mi padre tuvo que aprender a ponerme las inyecciones porque el practicante de mi pueblo se negó a ponérmelas, de las que le montaba cada día que me iba a pinchar

    3 agosto, 2012 at 20:31
  • Miguel Reply

    Pues mi abuelo y mi padre eran Practicantes…..

    4 agosto, 2012 at 12:12
  • marisol Reply

    Yo también fui alergica, al cacao de los Conguitos y al polvo, y visité al practicante innumerables ocasiones….y encima el tío era barbero!!! Pánico le tenía…esa jeringa de cristal en su estuche metálico…

    5 agosto, 2012 at 11:05
  • ana Reply

    es verdad! alguien nombró que cuando le pinchaban luego le regalaban uno de esos cuentos pequeñitos. me acuerdo perfectamente! tenía el de ‘colmillo blanco’ y algunos más…¿cómo se llamaban? ¿existe alguna foto de esos libritos? ¿ de qué editorial eran? ay….este blog es una adicción!

    5 agosto, 2012 at 11:38
  • Pilar Reply

    Yo me acuerdo que el mio venia a casa, y puff, en cuanto sonaba el timbre me escondia debajo de la cama, y no veais las peripecias que habian mi padre para sacarme, y luego el jodio me convencia para decirme que me pinchaba sin aguja, que no me preocupara, y yo como siempre, tan ingenua, me lo creia y le dejaba poniendo el culo… y así siempre, pero que tonta era con 5 años…
    Hace unos 7 años me le encontré en el metro y jejee, me miró y se empezó a reir, porque la verdad es que seria muy chistoso para el, pero a mi no me hacia ninguna gracia cuando venia a casa… pero son recuerdos de la infancia, igual que cuando jugaba con mis barriguitas o mis nancys, están dentro de mis recuerdos de la infancia.

    5 agosto, 2012 at 22:04
    • Frank Reply

      Pues yo sufrí tanto en aquella época de mi vida que llegué a odiar a Don Rafael y por si fuera poco aun sigo teniendo pesadillas por las noches. Saludos.

      27 noviembre, 2014 at 06:18
  • Maria Jose Molina Reply

    Yo lo odiaba tanto que aborrecí hasta su coche, un citröen BX blanco. Me pasé años odiando todos los citröen!

    5 agosto, 2012 at 22:32
  • Paz Reply

    Más que la consulta de azulejos blanca blanca, el fresquito en la nalga, los nervios, esa bandejita con forma de haba donde flotaban las agujas, el tebeo que caía al salir, lo que se me ha quedado grabado en el cerebelo es ese olor penetrante, no lo he vuelto a oler nunca.

    7 agosto, 2012 at 12:34
  • Elena Reply

    El mío se llamaba Don José Manuel, y lo único que me gustaba de tener que ir, era que después en lugar de caramelo, me daba jeringuillas sin aguja para que pudiera jugar a médicos con las muñecas.

    7 agosto, 2012 at 13:06
  • ana vanesa Reply

    jajajajaja!! q bueno!!! bueno lo de recordarlo, claro, pq ahora q estamos tras la barrera todo se ve mejor… En aquella época era un terror absoluto ir al practicante, para la mayoría de los niños… EXCEPTO PARA MI!!! no sé q me pasaba q estaba deseando ponerme malita para q mi madre me llevara al médico y me mandaran pastillas, jarabes o incluso inyecciones!! me encantaba ir al médico, al practicante también!. Recuerdo una vez q me tuvieron q dar varios puntos en la barbilla y el día q fui a q el practicante me quitara los puntos, me pintó una “V” de VALIENTE con mercromina en la barbilla encima de la cicatriz y salí toda orgullosa de mí misma… jajajajajajajaja

    12 agosto, 2012 at 16:08
  • Montse Reply

    En mi pueblo, el practicante, era una señora que durante la guerra ayudo en un hospital . Todos decian que sabia mucho. Nos pinchaba en el comedor de su casa. Yo dudo mucho de su capacidad….dolia horrores

    12 agosto, 2012 at 17:30
  • cesar Reply

    pero no eran como las de ahora que no dan miedo. Aquellas iban en un estuche metalico, con la hipodermica enorme y la jeringilla de cristal se ponia a hervir y a usar. Pero lo peor creo era cuando el practicante abria el estuche por lo menos par mi.

    12 agosto, 2012 at 23:02
    • cristina Reply

      el de mi pueblo se llamaba tono y atendía a domicilio, lo peor era la espera mientras hervía la jeringuilla, mi hermano rompió más de una por ponerse tenso, yo tenía tanto miedo qe no me atrevía ni a chistar y conmigo era rápido.

      20 octubre, 2012 at 20:52
      • vanesa Reply

        Lo peor era la espera, desde que llamaba a la puerta, le veía entrar y sacaba todos los cachibaches, jeringuilla, aguja, algodón, alcohol, que si hervir la jeringuilla, meter el líquido,etc, el tio era de lento… y yo mirando me ponía cada vez mas nerviosa y ya cuando acababa y me miraba con la jeringuilla en una mano y el algodón en la otra con esa cara de verdugo se me salia el pis del miedo, me daba un masajito, unos golpecitos, algodón, clavada bestial de aguja y a introducir el líquido que no acababa nunca, qué lentitud tenía el hombre y el daño que hacía y qué antipático era, a mi no me daban piruletas ni cuentitos, a mi me decía “mañana mas”. Qué manía le tenía.

        19 diciembre, 2012 at 11:00
  • olga Reply

    Pues a mi me daban y me dan panico las inyecciones en el culo. Mi madre ya evitaba ponermelas y no lo hacía a no ser que no tuviera otro remedio. Las veces que me llevo al practicante, tenian que agarrarme de las piernas y todo para poder pincharme….
    Ahora tengo 33 años y la ultima que me pusieron en el cachete fue a los 12, y fue mi abuelo el que lo hizo con la esperanza de que no me pusiera como me ponia en el practictante. Cuando acabo de hacerlo, recuerdo que dijo, que había sido la prima y la ultima vez que el me pinchaba…….

    13 agosto, 2012 at 17:54
  • Miguel Reply

    UFFF!!! No sé si alguien se acuerda del BENCETACIL, ¡¡¡¡cómo dolía la puñetera inyección!!!! Yo recuerdo ese artilugio llameante donde el practicante esterilizaba las jeringuillas de vidrio y las agujas. El plástico desechable llegaría mucho después… Y recuerdo perfectamente cómo sacaba el líquido rojo del bote para llenar la jeringuilla y luego apretaba un poco para que salieran unas gotitas… Mientras tanto yo apretaba el culo… y después a mirar al suelo…

    15 agosto, 2012 at 23:29
  • Mayte Reply

    Yo me acuerdo de la habitación con azulejos verdes y la camilla, con vitrinas llenas de botecitos… se me ponia un mal cuerpo solo de entrar. Lo que me dice mi madre y que le hacía mucha gracia es que cuando me iban a pinchar me ponía a gritar “patata”… sería para salir bien por si hacían una foto jajajaja

    18 agosto, 2012 at 22:49
  • Mar Reply

    Uff.. la mía se llamaba, y se llama porque la mujer todavía vive, Antonia, y cuando iba a su casa, entre el olor y los nervios que pasaba me ponía doblemente mala jaja.. recuerdo que tenía una maestría con la aguja, me decía, venga que no duele, y con la aguja en la mano me daba 3 palmadas y la cuarta, zas, la aguja (que mira que eran grandes)y coja para el resto del día jaja..
    y creo que me habré puesto 200 inyecciones por los menos en aquel tiempo, porque antes todo se curaba con las inyecciones, y entre la alergia y la “velocidad” la visita que más haciamos era a casa de Antonia..

    19 agosto, 2012 at 14:32
  • ricardo Reply

    Mi practicante tenia un anillo y cada vez que agitaba la vacuna sonaba u n clic Big

    24 agosto, 2012 at 12:57
  • Marta A Reply

    Mi practicante vivía en el pasaje de nuestra casa, y pinchaba tanto en su casa como en la mía. Todavía me acuerdo de él y de lo mucho que olía a alcohol. Bueno, cuando mi madre decía al practicante me ponía mala! Y los supositorios tampoco molaban. Una vez si me escapé porque no quería subir al dentista. :-) todavía les tengo paquete.
    Por cierto, me he pasado un rato genial leyendo todas las anécdotas.. Lágrimas de risa! Qué tiempos! Un millon de gracias a los creadores del blog… Menuda idea mas buena! Y con eso de que vivo fuera, me da mas alegría y nostalgia recordar la infancia,

    26 agosto, 2012 at 19:56
  • Laura Reply

    Yo fui pocas veces pero también recuerdo el olor, las palmaditas, las promesas de que me pincharía sin aguja y que me regalaba la jeringuilla al salir y el palito que hubiera usado para mirarme la garganta. Es cierto que parecía ser un ritual el que te compraran un cuento o un comic como premio pero a mi casi que no me hacía falta porque salía feliz con mi instrumental quirúrgico para curar a mis Nancys

    27 agosto, 2012 at 01:28
  • el mas cuco de la EGB Reply

    Todavía no entiendo por que te daban una bolita de anís…. seria para olvidarte del pinchazo jajajaja joer k recuerdos ……

    3 septiembre, 2012 at 22:04
  • Steps to make Reply

    An soaking up word may be valued at comment. I cerebrate that you ought to indite author about this message, it energy not certainly be a bias subordinate however generally fill aren��t enough to be able to speak on such subject areas. To another. Cheers just like your Khmer Karaoke Stars.

    18 septiembre, 2012 at 13:58
  • Fisuelina Reply

    Mi practicante se llamaba Marciano y tenía la consulta junto a una carnicería, con eso os lo digo todo…

    20 septiembre, 2012 at 15:05
  • Jav Reply

    La que mas recuedo…
    Con 16 años, por una infección en la boca, me mandaron 10 inyecciones de estrectomicina, una diaria.
    Con la segunda inyección ya no podia sentarme.
    A partir de la tercera y con el culo todo dolorido, Buffffffffff, la practicante me decia:
    – ¡venga bajate los pantalones y tumbate en la cama¡
    Yo, me tumbaba en la cama con los pantalones bajados y ella me bajaba los calzoncillos (siempre me descubria todo el culo) y ¡Ha laaaaa! me daba un masaje en la nalga antes de la inyección, me decia que ¡habia que relajar bien el culete!, pero veia las estrellas con el masajito yo le decia:
    – AAAAHhhhhhh ¡No apriete tanto que me duele! pero nada ella seguia con el masaje.
    Luego se iba a preparar la inyección a la mesita de al lado y me dejaba allí con el culo al aire y viendo como la preparaba, que es lo que mas recuerdo, como se iba llenando la jeringuilla de ese liquido blancuzco, y luego viniendo hacia mi con la jeringuilla cargada y el algodón.
    Luego la tia me daba unos cachetes antes de clavar la aguja y yo AYYYYYY Ayyyyyyy y apretaba las nalgas. y ella ¡Venga no encojas el culo¡ otro cachete y Zasssssssssssss me clavaba la aguja hasta el fondo.
    Recuerdo como unas semanas despues de acabar las inyecciones, todavia si me apretaba un poco en la nalga, notaba el dolorcillo ese…

    un saludo

    7 octubre, 2012 at 12:46
  • elsien Reply

    Donde yo iba se llamaban Juan y Miguel. Y yo no se cuantas me pusieron pq, segun mi madre, “no comia”.
    Pero DOLIAN!!!!! Vaya si dolian!!!
    Ademas, a mi madre le preguntabas: “¿A quien van a pinchar?”. Y te respondia toda maja: “¿Quien está mala? Tú, ¿no? Pues a ti”. Y a partir de ahi ya sabias lo que venia…

    10 octubre, 2012 at 13:14
  • juanjo Reply

    elsien que graciosa tu madre

    10 octubre, 2012 at 18:24
    • Elsién Reply

      Lo sigue diciendo cuando toca…Ahora me hace más gracia.

      19 abril, 2014 at 20:46
  • A mí también me operaron de anginas en los 80 - Yo fui a EGB Reply

    […] También puedes leer: El Practicante: el caramelo del terror […]

    20 octubre, 2012 at 17:40
  • Sonunna Reply

    Pues yo era rara, rara, rara. También iba mucho al practicante y lo que más recuerdo es la curiosidad que me daba todo lo que veía allí. Las jeringuillas de cristal y las agujas esterilizándose, las limpias en sus paquetes, el algodón y el olor a alcohol… (quizás en ese momento, se desperto mi amor por la medicina). Eso sí, en el momento en que me decía: venga, prepárate!! y me ponía con el pecho encima de las piernas de mi madre, con el pantalón y las braguitas a medias piernas, me entraba la risa nerviosa y me levantaba y me volvía a poner en posición, como unas cinco veces de media.
    Yo creo que el hombre me conocía por la única niña que en vez de llorar, se reía cuando la pinchaba.

    Hoy en día, cuando alguna compañera enfermera, me ha tenído que pinchar algún antiinflamatorio, sigo sitiendo la misma sensación: un escalofrío, me sube desde las piernas hasta la columna vertebral.

    20 octubre, 2012 at 20:43
  • Marta Reply

    Uff, que mal cuerpo tengo ahora mismo después de haber leído vuestros testimonios. Tengo 40 tacos, con decir que hoy en día, al ir a hacer una analítica me tienen que tumbar en camilla, agarrar, hiperventilo y me entra ansiedad, os imagináis el hermoso trauma que me dejaron los pinchazos. Conozco a otra chica que hasta ha ido a psicólogo para superar su terror a los pinchazos y no le ha servido de nada.
    Mi practicante se llamaba Dómine…TOMA MORENO!! Me refiero al del ambulatorio. Luego había señoras del barrio que pinchaban en sus casas.

    24 octubre, 2012 at 17:11
    • laura Reply

      Lo que no entiendo es por qué para una simple inyección intramuscular, que ahora no le das la menor importancia, no sólo yo lloraba a pleno pulmón sino mis hermanos mirando también lloraban y mi madre ponía una cara de pena… como si me fueran a operar a vida o muerte. Si que lo peor era estar esperando a que el practicante preparaba todo el jaleo, mirábamos todos, tanto mis hermanos como yo, lo que iba haciendo y lo que me esperaba y mi madre me iba preparando el culo y lo que no entiendo tampoco es por qué me tenía que bajar las bragas hasta los tobillos si me la ponía arriba del todo y luego se enteraban todos los vecinos y en el portal me preguntaban si me dolían las inyecciones o si lloraba o no lloraba, era todo un show eso del practicante en aquellos tiempos.

      19 diciembre, 2012 at 11:22
      • juanjo Reply

        te pusieron muchas inyecciones laura. Besos

        3 enero, 2013 at 12:20
        • Amaia Monasterio Reply

          Xq quieres saber cuantas inyecciones recibi

          25 febrero, 2014 at 17:51
  • lola Reply

    yo tenia reuma eso decian y me ponian bencetacil que quemaba cuando entraba el liquido y segun iba llegando a casa la pierna se me iba durmiendo ,no olvidare nunca cuando entraba al practicante y el olor…

    25 octubre, 2012 at 12:46
  • PHR Reply

    terror el practicante..ese olor que había en la consulta mientras que esperabas tu turno..ya te adormecia y los gritos y llantos del que estaba dentro que ya te daba hasta colitis..pensando madre mía el próximo soy yo..y cuándo habria la puerta veias las agujas y jeringuillas cocer en ese cazo infernal con ese olor insoportable..y cuándo por fin ya te tocaba ya entrabas llorando y ese pinchazo que se ponia a veinte metros de ti y la tiraba hacia tu trasero como una banderilla…no quiero ni recordarlo

    30 octubre, 2012 at 20:52
  • Isabel Reply

    Jo, el practicante, que chungo, aun recuerdo el olor. Mi hermano peque;o (lo siento escribo en un ordenador americano y aun no tengo ni idea de las convinaciones para los acentos, e;es y de mas), liaba unos zapatiestos de campeonato, los gritos se escuchaban en todo el barrio. Un dia se cabreo tanto que se lio a darle patadas al practicante, estuvo castigado mas de un mes, mi madre casi se muere de la verguenza. La verdad es que era una tortura, entre eso y los supositorios menudo calvario uno iba muerto de miedo al pediatra.

    9 noviembre, 2012 at 18:37
    • maria Reply

      si lo peor era el olor junto con la espera y luego las palmaditas de antes de clavar la aguja que ahí ya sabías que tenías que apretar el culo que ya llegaba lo peor y luego sentir el dolor cuando iba introduciendo el liquido y luego decia, ves cómo no ha sido nada?, joder que no ha sido nada? si es ahora le doy una patada en sus partes que le espabilo porque de aquella no me podia defender.Y lo peor era cuando encima había público, los hermanos, el padre, la madre, la abuela, una o dos amigas.etc. Aquello eran historias para no dormir.

      19 diciembre, 2012 at 11:46
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  • Mari Reply

    En mi barrio, cuando yo era pequeña, las que ponían las inyecciones eran las monjas de un colegio, que tenían un pequeño dispensario,del que recuerdo perfectamente su alicatado blanco y el olor a aclohol que se empezaba a sentir 2 manzanas antes de llegar a él….Qué malos ratos pasé allí, por Dios…si es que se unían 2 de mis peores fobias: las inyecciones y las monjas. Por desgracia, tuve que sufrirlas bastante tiempo: las inyecciones, porque me pusieron muchas, debido a mis contínuas amigdalitis (suerte que al operarme se acabó la tortura) y las monjas, porque me eduqué en un colegio religioso regentado por ellas. No era el mismo de las que ponían las inyecciones, afortunadamente, hubiese sido demasiada crueldad, jaja.

    8 diciembre, 2012 at 10:26
  • janire Reply

    yo recuerdo que una vez me escapé corriendo de la sala de espera y el practicante con varias enfermeras y mi madre me siguieron por la calle ufffff qué miedo,otra vez le pegué tal mordisco que cuando hoy en día me lo cruzo siempre me lo recuerda,en el fondo es un buen practicante,con el tiempo mejoró y entonces soy yo la que le recuerdo los banderillazos que metía

    10 diciembre, 2012 at 23:13
    • juanjo Reply

      Vaya espectaculo que montabas. Espero contestacion

      3 enero, 2013 at 12:27
  • saray Reply

    el mio era un señor muy viejo y muy antipático, íba a mi casa y no decía ni hola, yo le tenía un miedo y un respeto que no me atrevía ni a echar una lágrima, eso si, temblaba que no veas y mientras esperaba, porque lo peor era esperar y ver como preparaba la jeringuilla, me iba meando del miedo y cuando terminaba estaba meada entera, luego se iba tan silencioso como habia llegado y no decia ni adios, la cobraba a mi madre la inyección y hasta la próxima y yo no tenía regalito para después, jo que mal lo pasaba.

    19 diciembre, 2012 at 11:38
    • juanjo Reply

      te pusieron muchas saray. Espero me contestes. Besos

      3 enero, 2013 at 12:26
  • julia Reply

    Noo que recuerdos. A mi me dio una enfermedad infecciosa reumatica o algo asi. Y el medico me receto 30 inyecciones en cada nalga 2 diarias. El doctor me dijo que el me las pondria. Me advirtio

    8 enero, 2013 at 22:28
  • julia Reply

    Noo que recuerdos. A mi me dio una enfermedad infecciosa reumatica o algo asi. Y el medico me receto 30 inyecciones en cada nalga 2 diarias. El doctor me dijo que el me las pondria. Me advirtio que me dolerian mucho pero que era necesario. Yo le dije que no me dejaria. Bueno, al dia sig que me llevaron pase sola y en lo que el doc preparaba todo, le dijo a la enfermera : preparela, la enfermera sin preguntarme me subio la falda y me quito los calzones, yo llore como de impotencia. Me acosto en sus piernas y con sus manos me daba unos golpecitos y me daba un masajes. yo forcejeaba pero me daba nalgadas. Solo me decia; Te va a doler pero no queda de otra, asi que mejor afloja. En eso el medico llega con las 2 jeringas llena y le dice: Listo para picarla. En eso clavo la aguja en una nalga y comenzo a inyectar, pero me dolia muchismo, y yo gritaba. Me dijo: no te la voy a sacar hasta que te calles. Y asi paso. Luego, clavo la otra en la otra nalga e hizo lo mismo. Al final me dieron un pequeño masaje y asi fue diario.

    8 enero, 2013 at 22:44
  • Nos vamos a una farmacia de aquella época: medicamentos viejunos - Yo fui a EGB Reply

    […] mí también me operaron de anginas en los 80 El Practicante: el caramelo del terror Qué fue de… la mercromina Las colonias que nos echábamos en los 70 y 80 ¿A qué olías en […]

    24 enero, 2013 at 20:09
  • Unmeikuro Reply

    Yo aún me acuerdo de un practicante que me llevaron para que me pusiera una inyección… Tenía la casa donde cristo perdió las sandalias, en el culo del mundo, o a mi se me hizo muy largo el viaje. Lo de apretar el culo hasta ponerlo como piedra creo que lo hemos hecho todos, ¿no? xD

    25 enero, 2013 at 23:20
  • Ricardo Reply

    ¿Y nadie se ha tirado un cuesco inmediatamente antes o después en plan venganza?

    12 febrero, 2013 at 17:18
  • TERE Reply

    MADRE MIA QUE RECUERDOS EN CUANTO EL MEDICO NOMBRABA LA PALABRA INYECCION YA ME PONIA A LLORAR HASTA QUE ME PINCHABA DABA IGUAL LAS HORAS QUE TUBIERAN QUE TRANSCURRIR ENTRE UNA COSA Y OTRA

    13 febrero, 2013 at 23:49
  • belen Reply

    Yo tengo una memoria horrible….pero jamas olvidare la primera vez que no llore en la consulta del practicante, aquel dia me llevo mi abuelo y habia (como siempre) niños que salian llorando y los que ya lloraban antes de entrar…….me arme de valor, y entre por por la puerta al oir mi nombre sin derramar una lagrima e hice lo mismo al salir….. los padres y abuelos que habia esperando me aplaudieron…….buaahhhhhh que subidon¡¡¡¡¡ fue mi primer reto personal….

    15 febrero, 2013 at 10:16
  • Javi Madrid Reply

    Yo también le tenia pánico cerval al practicante… era saber de su visita y atrincherarme en cualquier sitio del piso… le pille el truco a meterme bajo la cama de matrimonio de mis padres y agarrarme como una lapa a una de las patas de la cabecera ( roble macizo ), pero al final mis padres pillaron el método para extraerme facilmente mediante cosquillas. Tuve que cambiar de estrategia, y decidi esconderme en armarios, tras muebles ( ventajas de medir poco mas de un metro ), y gracias a la novedad del telefonillo, tenia unos minutos preciosos escurrirme sigilosamenta a mi escondite que ya tenia elegido y preparado tras volver de la consulta del medico con la condena a inyecciones. Pero solo conseguia retrasar un poco lo inevitable… aunque alguna vez hubo que tardaron cantidad en encontrarme ( aunque una casi me muero porque me meti en el armario donde estaba la bombona de butano, encajado entre esta y el cubo de basura )… otra vez al tratar de esconderme en un altillo me cai y acabe en la Paz ( con doble inyección: la que me tocaba y la del tetanos, por gilipollas… al final mi madre se hartó y si habia visita de practicante no me dejaba solo ni un momento. El unico recurso que que quedo era poner el culo duro como piedra y montar follón, pero mi practicante era capaz de atravesar un blindaje antimisil al vanadio-moblideno con su puñetera aguja.

    Si habia visita a la casa del practicante, lo mismo, batalla campal hasta que conseguian sacarme por la puerta a rastras ( con el culo ya preparado, porque me caian azotes fijo ) y aquello era como ir a la camara de gas. En la sala de espera todos los niños reos de inyección, acojonaditos, oyendo los alaridos de los que estaban en el despacho del dolor. Pero claro, habia que poner cara de duros, que en presencia de otros crios no es plan de hacer pucheros.

    Lo gracioso es que ahora llevo un tatuaje que tardaron en hacerme unas 25 horas. Fui todo decidido, pero fue enseñarme la aguja el tatuador en la primera sesión y casi salgo por patas… pero ahi lo superé.

    24 marzo, 2013 at 22:32
  • Carlos Reply

    Una catársis para los sentidos. Yo, en el inconsciente todavía guardo:

    -El cartelito de la enfermera con cofia pidiendo silencio.
    -El olor de la bombona de gas con el infernillo para esterilizar las agujas.
    -El sonido del golpeteo de las uñas contra la jeringa de cristal para que subieran las burburas y sacar el aire.
    -Y como no: el DOLOR que parecía que la aguja era de hilo de segueta.

    PUPA!!!

    18 abril, 2013 at 18:39
  • Darío M. Reply

    Yo estoy muy de acuerdo con lo que ha dicho alguien, creo que en el primer comentario.

    A mí me llevaban con mi hermana melliza al centro de salud, el practicante tenía su propia consulta, como los médicos. Era como entrar en un sitio de tortura o una sala de castigo: Todo gris, blanco y metálico. El taburete metálico de tres patas, una cocinilla con los utensilios desinfectándose en agua hirviendo, ahí al fuego, como el que hace una infusión. Un fregadero. El armarito lleno de jeringuillas de cristal y agujas y frasquitos. Y recuerdo esa luz fría de tubo fluorescente que hacía que todo pareciera “raro”, la sala entera parecía aséptica, despersonalizada, y el tío ese ahí, con la bata blanca, esperando que te pusieras en posición para darte la estocada. Mi hermana le tenía terror y literalmente se escondía debajo de la camilla, de la mesa, donde podía… Yo estaba cagao pero prefería pasar el trago cuanto antes y colaboraba. A veces, después de la inyección, se me quedaba la nalguilla como rígida y dolorida y hasta cojeaba.

    Y una vez fue uno a casa a pincharme, yo era muy muy pequeñito, me pinchó mal, me pilló un nervio y me dejó cojo de verdad, no me tenía en pie. Me llevaron al hospital y allí me dieron tratamiento para rehabilitarme el nervio de la pierna. A mi madre no la dejaban entrar pero dice que desde afuera se me oía gritar. Recuerdo que me ponían las plantas de los pies en una plancha metálica y me daban descargas eléctricas. Y me curaron y gracias a Dios estoy normal y puedo andar, correr y jugar al fútbol si quiero. Y os aseguro que es verdad.

    Y a mi hermana otra le pasó que también le pusieron mal la inyección y le empezó a salir mucha sangre y el practicante se acojonó, pero se resolvió bien, menos mal.

    Afortunadamente, son las dos únicas veces que nos ha pasado algo malo. Pero desde entonces, aunque me decían “te va a doler más”, siempre prefería que me pincharan en el brazo. Aunque la mayoría de las veces te decían que tenían que ser en el culo.

    Perdón por el testamento y enhorabuena por el blog ;-)

    20 abril, 2013 at 14:09
  • Lauriqui Reply

    Lo peor de todo es que la practicante era mi abuela, qepd, y tenía una mala leche que para qué. Me las ponían en casa de mi tía que vivía en el mismo edificio que mi abuela y me escondía debajo de la mesa camilla, todo un clásico, y para que saliera, me engañaban con petit suisses, y en cuanto asomaba la cabeza, zasca!

    26 abril, 2013 at 19:31
  • elviliano Reply

    MI practicante era mi vecina de abajo, yo vivía con mis abuelos y ya cuando llegaba a mi casa me escondía en el ropero o debajo de la cama, a veces no venía a verme a mi y era para pinchar a mis abuelos y entonces salía de debajo de la cama y me ponía a reirme de ver como no era yo su victima y de como pinchaba a otros, eso si, cuando me tocaba a mi, era un circo me tenían que sujetar entre todos, hoy en día le tengo panico a las agujas.

    28 abril, 2013 at 11:15
  • Francis Reply

    Creo que la visita al practicante (practicanta en mi caso) es de los momentos más traumáticos de los cuarentones de ahora. Lo recuerdo todo: Los berrinches al salir de casa, los engaños cuando no sabía a dónde íbamos y el terror de dirigirnos a su casa… Las jeringas de cridtal, el líquido rojo, el olor a medicamento y a angustia, otros pobres enanos esperando a ser acribillados, y a veces algún compañero de clase. No se podía fingir. No hubo héroes. Todos nos derrumbabamos. He conseguido olvidar su nombre, pero nadie ha vuelto a pincharme el culo desde entonces. Sudores me entran. Agsf!

    29 abril, 2013 at 02:54
  • eloy Reply

    la mejor de todas era cuando te convencian diciendote que te pinchaban sin aguja e incluso te la enseñban para convencerte que la guja estaba quitada, vamos que ni david copperfield

    26 mayo, 2013 at 12:50
  • kara-leon Reply

    A mí me tuvieron que pinchar con benzetazil durante unos cuantos años para prevenir fiebres reumáticas.. que mal lo pasaba cuando me tocaba la dosis.. había que darse prisa o cristalizaba y dolía aún más.. no te podías sentar a gusto unos días.. y el practicante daba miedo, sí, no se me ha olvidado todavía..

    13 julio, 2013 at 14:04
  • Marta Reply

    Yo nací en los 80 y esta figura no la conocí, pero recuerdo perfectamente la primera vez que fui a la mutua a que me pinchara en el culo. Recuerdo estar en la sala de espera y ver salir a todos los niños llorando y yo pensando “qué llorones, seguro que no es para tanto”. Entonces llegó mi turno y entré tranquila, pero cuando vi lo que me esperaba, monté un follón, llorando, gritando, corriendo por la sala, cuando consiguieron cogerme, empecé a dar patadas… No sé ni cómo lograron pincharme… Creo que ha sido la vez que peor me he comportado… Eso sí, en ese momento comprendí por qué lloraban los otros niños…
    Y lo que también recuerdo son los análisis de sangre, ahí sí que no lloraba, incluso miraba como me la sacaban y como me portaba bien, en lugar de regalarme un caramelo, me daban una goma de esas de Milan de colores que llevaban un animalito dibujado. ¡Anda que no iba contenta con mi goma!

    1 septiembre, 2013 at 16:16
  • Alberto Reply

    Lo duro no era cuando te pinchaban si no cuando metián el liquido de la jeringuilla,mi practi llevaba para desinfectar un artilugio que lo enchufaba y una esfera con una aguja parecía un reloj de pulsera subía hasta 100 lo quitaba y se iba.se llamaba Don Jaime.no creo que viva tenía 7-10 años y el tenía cincuenta y tantos y ahora tengo 43.

    15 septiembre, 2013 at 19:44
  • hada Reply

    guardo un recuerdo muy bonito del practicante que venia a mi casa , un apersona encantadora , no te hacia nada de daño.vivia en mi misma calle .cunatos cumpleaños de mi infancia pase con suhijo Javier.hoy en dia es muy mayor y todavía cuando nos encontramos nos saludamos con muchísimo cariño.

    1 noviembre, 2013 at 22:44
  • Marian Reply

    El practicante y el bencetazil… horrible, tenía que pasar todos los dias por delante para ir al cole y cuando me acercaba a la puerta apretaba el paso por si acaso salía, creo que es un trauma de infancia que por lo que estoy viendo arrastramos todos.

    16 noviembre, 2013 at 11:01
  • Mk Reply

    El mio se llamaba Don Paquito y venía a mi casa. Una vez convencí a mi hermano pequeño para que nos encerraramos en el baño y cerrarámos con pestillo, lo hice tan deprisa que me cargué el pestillo y tuvieron que entrar por la ventana para sacarnos. Don Paquito seguía allí y yo me llevé tremendo bofetón, aparte de por supuesto la inyección. Ahora soy enfermera.

    22 noviembre, 2013 at 18:47
  • Mara Reply

    A mí me pusieron un montón de inyecciones. O al menos a mí me parecieron muchas. Mi padre me decía q me ponían una aguja especial de “pelo de camello” (No se de dónde lo sacó el pobre hombre) para que no montase el pollo. El practicante de mi barrio era una mezcla entre armario ropero de tres cuerpos y pelotari. Según me cuenta mi madre un día me cagué “literalmente”, siendo muy pequeña, pero no lo recuerdo. También otro día me fue a pinchar una aprendiza y no se que hizo q me cogió una vena y le dijo a mi madre q si me entraba la medicación me mataba. Espero q se haya dedicado a otra cosa la mujer….

    1 abril, 2014 at 18:14
  • marionahj Reply

    Yo no iba al practicante, yo iba a las monjas, eso sí que daba pánico. Que no podías chillar ni llorar porque estaba enn la casa del señor y se enfadaba. Uuuffff escalofrios me entran de recordarlo

    24 abril, 2014 at 19:49
  • Gorka el rojo Reply

    En mi caso en mi localidad,tenía el practicante consulta en el centro de salud,recuerdo aquella esquina en donde la puerta era la última en donde te pinchaba,todos los niños de entonces le teníamos pánico,pues corría el rumor de que un niño que no se había quedado quieto,había hecho que el practicante le pinchase”mal”y al poco tiempo ese niño murió…,el terror que provocó aquel rumor hizo que algun compañero mio de clase saliese corriendo y su madre detrás,mientras a mi me llegaba el turno para enfrentarme a aquel destino,ja,ja,a ver si doy con alguien de mi quinta y mi pueblo por aqui,nuestro practicante se apellidaba Liaño.

    25 abril, 2014 at 03:07
  • Diez cosas que te hicieron pasar miedo de verdad en la EGB - Yo fui a EGB Reply

    […] inyecciones. Automáticamente sabías que la cosa no terminaba ahí, que tocaba volver a visitar al practicante con aquel olor a alcohol y todos aquellos niños gritando. Eso sí que era el auténtico Pasaje al […]

    29 abril, 2014 at 20:57
  • Javier Reply

    El mio se llama (porque todavia vive, aunque no ejerce) Roberto, los dos somos muy aficionados al teatro y coincidimos siempre que hay funcion, a parte de que todas las tardes coincido con su suegra en el parque y el va a hacer una visita, yo nunca le he tenido ese miedo que dice casi todo el mundo que le tiene al practicante, es mas, a el le debo la vida junto al medico que entonces estaba, que desgraciadamente murio. el nunca ha tenido que recurrir a trucos como los que he leido por aqui, quizas sea porque he estado entrando y saliendo del hospital toda mi vida (llevo 47 operaciones) y las agujas son el menor de mis miedos.

    14 mayo, 2014 at 18:42
  • Nacho Reply

    A mi me tuvieron q poner muchas inyecciones de penicilina cuando era pequeñito, hasta q me operaron de anginas. Había dos opciones: las monjas o la enfermera. Si era la primera, había que ir al dispensario años 1973, y hacer cola en una sala de espera junto a una Pléyade de mocosos acojinados como tu. Lo de ir de negro con las tocas esas en la cabeza, ajustaba bastante. Pero peor era el ritual de la preparación, los cachetes en el culo , y….. El banderillazo seguido de ese dolor urente del líquido al entrar. Y luego volver cojeando a casa. La segunda opción era mejor porque la enfermera era amiga de mis padres y la mujer era un cielo. Lo cual no evitaba el tensar el culo. Pues bueno con el devenir de los años yo estudie enfermería y me convertí en practicante,jijiji. Bueno como se dice ahora enfermero, pero a mi me gusta más practicante, que por cierto trabajo en unos pueblos preciosos,.. A. Lo que vamos, que mi enfermera q me pinchaba me toco de paciente hace los hasta q murió con una demencia y me decía que como cambiaba la vida. Eso también me paso con el ginecólogo que me trajo al mundo, D. Ignacio q sí no es por el no nazco….
    Bueno pues gracias a esos traumas de infancia, cada vez que tengo q pinchar o coser a un niño en el trabajo, os aseguro q lo paso peor yo que el…..y eso q pincho muy bien según dicen… Hasta mis hijos solo quieren que les vacuné yo….. Cosas de la vida. Seguid así y gracias por el blog

    23 mayo, 2014 at 19:40
  • jota69 Reply

    Y que cada vez que te hacias una herida gorda,zasca la inyección contra el tetanos,y encima imagínate que una de las veces que me llevaron arastras a pincharme a su casa¡¡¡TENIA EN LA HABITACION DE AL LADO Y CON LA PUERTA ABIERTA ,A SU MADRE DE CUERPO PRESENTE EN EL ATAUD,toma ya la escena :Eso si daba lo mismo a que hora te tenia que pinchar,Alli estaba al la puerta de tu casa listo pa clavarte

    4 junio, 2014 at 11:37
  • hele Reply

    La palabra PANICO se queda pequeña para definir el terror que le tenía a la palabra inyección… Recuerdo que me pasase lo que me pasase, sobre todo por problemas de garganta, sieeeempre acababa en el practicante del centro de salud o yendo a una pequeña clínica que se encuentra cerca de donde vive mi abuelo (aún existe y cada vez que paso por la puerta no puedo evitar recordar cómo apretaba el trasero mientras esperaba e incluso hacerlo inconscientemente). Pero sin duda el gran trauma era cuando venía a mi casa… No había quien me sacara de debajo de la cama, me agarraba a la parte de abajo del somier como si no hubiese mañana… Fueron tantas las inyecciones que me pusieron que hasta los practicantes se negaban a pincharme, lo que no sé si fue por las que armaba o porque en realidad no hacian nada a mi maltrecha garganta… Hasta que un día el aumentine lo podía tomar en sobres y las inyecciones se acabaron, aunque el trauma sigue ahí…

    20 agosto, 2014 at 01:02
  • Margot Reply

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    21 agosto, 2014 at 07:51
  • Conchi Muñoz Reply

    Y no es por nada, pero daba mucho gusto ver que a quien pinchaban era a tu hermano… ¡Qué malvados!

    19 octubre, 2014 at 11:38
  • jorge Reply

    Hacían tanto daño porque primero te clavavan la aguja y después te ponian el liquido.Eso si que hacia daño.Además el lugar donde te la ponian te dejaba un “oyete” y tengo unos cuantos.

    5 diciembre, 2016 at 01:13
  • MANUEL Reply

    A mi me pusieron pocas, pero recuerdo toda la parafernalia… Agujas con cabeza dorada, jeringas de cristal, olor a alcohol, la cajita de acero inoxidable…

    17 mayo, 2017 at 20:04
  • Akex Reply

    El mio se apellidaba Viguri, un señor alto, con bigote y con maletín. Era oir el portero automático y sentir pavor.

    3 agosto, 2017 at 18:42
  • Ximixo Reply

    Yo aprendí a caminar el primer día de mi vida que vino el practicante a ponerme una inyección. Eché a correr y aún me anda buscando mi madre despues de 52 años…

    30 julio, 2018 at 18:16
  • lapaqui Reply

    Ami mi mami antes de ir la pasticante de daba un zapatillaso un chanclaso en donde me iba a de pincha y desia que me serbia de anastesia

    12 agosto, 2019 at 20:11

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