Esta mañana he vuelto a coger el autobús que une Bilbao con su Parque de Atracciones y he recordado aquellas largas esperas, cuando era niño, a aquella línea que desde Begoña te subía al Parque gratis, pero sin ningún tipo de horario, ni manera posible de consultarlo.

Son poco más de diez kilómetros de distancia por una carretera que sube al monte Artxanda entre árboles y una sucesión de curvas que provocaban que siempre llegaras al Parque de Atracciones un poco mareado. La ilusión de verte ante sus pirámides y la noria al fondo, rodeado de tus amigos y con la paga que te acaban de dar tus padres en el bolsillo, hacía que sintieras ese mareo solo como un pequeño entrenamiento de todas las emociones que te esperaban allí dentro.

Hoy no me acompañaban ni los amigos ni la paga, pero las curvas seguían allí y las pirámides han aparecido de repente entre la niebla acompañadas por una enorme grúa empeñada en arrancar a cachos esa estructura rojiza que las cubre y que a partir de hoy desaparecerá para siempre.

Muy pronto caerá el edificio de la torre de control que desde la entrada del Parque nos recordaba a una gran nave espacial de cemento y cristal, que nunca consiguió despegar.

Y tocaba hoy el turno también de desmantelar su gran anfiteatro y de ir quitando con un gran soplete, una a una, las cerca de 4.800 butacas ancladas al suelo que dejarán de mirar a ese escenario por el que pasaron los grupos infantiles más importantes como Parchís y Enrique y Ana, y los grupos más punteros del momento como Coz, Mecano, Alaska y los Pegamoides, Loquillo y los Trogloditas, Tequila…

El del Parque de Atracciones fue uno de los escenarios principales de la ciudad y el primero en acoger un festival cuando comenzaba el fenómeno fans, reuniendo a todas las grandes estrellas que aparecían en las carpetas de las quinceañeras de finales de los 70, que enloquecieron al poder ver en vivo a Leif Garret, Pecos, Miguel Bose, Pedro Marín, Iván, Mabel y Chan y Chevi. Hubo quien hizo noche en la cola para poder estar en primera fila y más de una volvió a casa afónica, gritando de emoción porque había conseguido un rizo del rubiales Leif Garret o un hilo de la camiseta de Miguel Bosé, ríete de las fans actuales.

Aunque son muchos los momentos felices vividos por los niños de Bilbao y alrededores en el Parque de Atracciones de Artxanda, en realidad solo estuvo abierto dieciseis años, desde 1974 a 1990 aproximadamente, período en el que se convirtió en el principal espacio de ocio familiar, llegando a ser muy habitual celebrar allí la Primera Comunión o cualquier otra celebración.

Se comenta que el Parque, perteneciente a la Diputación, nunca fue rentable, achacando como factores de su fracaso su ubicación o la climatología desfavorable con frío, viento y lluvia que gran parte del año lo hacía intransitable.

Casi 30 años cerrado y un gasto absurdo, con un guarda de seguridad permanente para disuadir la entrada de intrusos y evitar, entre otras cosas, el riesgo que conlleva deambular entre edificios y atracciones ruinosas.

Hoy han decidido quitarse este muerto de encima de una vez y borrar para siempre todos esos recuerdos que poco a poco irán desapareciendo de la mente de todos los niños que fuimos a EGB y que algún día disfrutamos en este Parque como si estuviéramos en el mismísimo Disneyworld. Yo hoy he tenido una regresión total a mi infancia y hasta me ha venido ese olor a goma quemada que desprendía el Scalextric y que se respiraba en todo el parque.

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